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miércoles, 24 de marzo de 2010

Capitulo 22 - Comprar un perro o tener un hijo


No, no…no se me tiren encima, ni manden sin previo aviso a la Liga de la Moralidad o a MAPA (para MI AMIGA Changa, con cariño).
Resulta que mientras hacía lo que cada dueño de perro debería hacer y no hace (sino date una vuelta por recoleta y contame), recordé…
Hace muchos…muchos años, como dicen los cuentos, sin querer…así, de prepo me encontré con una perrita.
Yo había ido a la oficina de rrhh del lugar donde trabajaba, y ahí estaba él (actual marido de una amiga) con una caja y una cachorra cocker blanca y negra.
En honor a la verdad debo decir que tiene un don de persuasión fuera de lo normal conocido.
Me atosigó de entrada y me dio la perrita en los brazos, touche…perdí por knock-out. A los ’15 estaba de vuelta en mi oficina con la caja y la perrita.
Ah…me olvidaba…lo peor? Me COBRO $150 ¡!!! SI!! El tipo es un capo! Y yo resulté más fácil que la tabla del 1 (ojo, sin mal entender eh?)
Unas horas más tarde, taxi + caja + perrita = veterinario de la zona. En esa época yo vivía en a 3 cuadras del barrio chino, ahí en Belgrano. Así que imaginen de qué nacionalidad resultó el veterinario.
Claro que ya estaba adentro del local, no podría dar media vuelta e irme.
Y ahí estaba yo un día, que pintaba ser como cualquier otro, en una veterinaria china, con una cocker de 2 meses en una caja y $150 menos.
Yo le intentaba explicar con lenguaje leeeeeeento y bien vocalizado mi repentina “maternidad perruna”, y el chino…obviamente me observaba con cara de chino.
Al final de mi relato, casi sin emitir sonido alguno, revisó el animal, le puso 1 vacuna, me dio una bolsa de alimento, estiró la mano y me dijo a media lengua
- “50 pesos”
Y ya sumaba $200 menos…
Mudita quedé, agarré la caja + perrita +alimento y me dispuse a caminar hasta mi casa. Subí la escalera, abrí la puerta y puse la caja en el piso.
Dejé la cartera en la barra, me senté en el banco y me puse a mirar la nueva situación, claro que mientras se sucedían todos los hechos a mil por hora en mi pobre cabeza. La culpa la tenía yo. Sino hubiera ido a esa oficina a boludear, porque a eso había ido, nada de esto me hubiese pasado y, claro, tendría $200 más en mi cartera.
Conclusión: Me pasa por boluda.
Con la perrita en los brazos, me morí de amor…y sentencié:

- Si puedo con un perro, seguro podré con un hijo.

Si, claro que muchos estarán pensando
- Pero que mina taaaaaaaan boluda por Diosssssss

Pero es así. Presten atención y mucha gente que vive sola, tiene perro y lo cuida como a un hijo, que la peluquería, que el alimento, que la visita mensual al veterinario, que la correa de brillos, que lo llevo en la cartera, que masajes y hasta psicólogo para el can! …y yo no me salía de la media.

Mientras sucedía todo esto llegó a mi casa un amor que tenía (claro que él no sabía que era mi amor, y no se si alguna vez se enteró…yo al menos no se lo dije)
Agarró a la perrita, la empezó a mirar de arriba abajo, y empezó a sacarle garrapatas mientras yo miraba enamorada cómo manejaba la situación, hasta que me cayó la ficha

- GARRAPATAS!!! La puta que lo parió! Encima me vendió a la perrita llena de garrapatas!! Y el veterinario h…de p…tampoco me dijo nada...

Para ir finalizando el “cuento”, les digo que finalmente ella, se quedó en casa un tiempo largo y fue mi compañera fiel, nada parecido a un hijo (ahora lo puedo afirmar con conocimiento de causa), eso si… lo más parecido a una amiga incondicional.

Y siempre recuerden que...Cualquier semejanza con la realidad (cruda y despiadada) es mera coincidencia

Chaucha y palito

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