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jueves, 24 de marzo de 2011

Capitulo 24 - Prohibido Estacionar


Si hay algo que me enferma, es la falta de respeto. Venga de peatones, automovilistas, padres, tutores o encargados.
Trato de enseñarle a mis hijas que si hay reglas, es por algo y debemos respetarlas (para debatirlas, rebatirlas, ignorarlas o reformularlas a gusto y piacere, habrá tiempo)

Por ejemplo, en la puerta de un garage no debemos estacionar. Es una regla tan básica, que casi me da vergüenza explicarla.
Pero pareciera, que no es de tan fácil entendimiento como parece.
Casualmente vivo a 20 mt. de un colegio, frente a un consultorio médico, a mi derecha un dentista, y otros tantos metros de un pelotero. Estoy RODEADA y estoy JODIDA.

De un tiempo a esta parte (esta parte resulta “muy seguido”) los padres de los niños del colegio, del doctor, del dentista y de los amiguitos del cumpleañero de turno, decidieron que me tengo de joder yo (léase la dueña del garaje) por vivir en ese lugar, por la superpoblación de autos que generaron la superpoblación de edificios, porque ellos están apurados, urgidos, cansados y molestos.

- Es que di 2 vueltas a la manzana y no encontré ningún lugar para estacionar y tengo que buscar al nene!!!
-
Sra. Créame que la entiendo porque también tengo hijos escolarizados, que además de estudiar, parece que los preparan para pruebas de resistencia física, como la de arrastrar con una mano esa mochila infame que pesa más que una media res,…porque la otra mano la usan para llevar al otra mochila para natación que no puede tener rueditas para evitar accidentes en la pileta. (¿??...y yo que creía que los accidentes de las piletas eran romperse la crisma por correr sin ojotas, o tragarse ½ pileta, ¼ por la nariz y ¼ por la boca). No quiero olvidarme del palo de hockey y de la “mochilita” con las rodilleras, coderas, protector bucal, un tupper vacío, una botella media llena con jugo calentito y la billetera de Kitty

Yo tampoco tengo suerte con los lugares para estacionar, ni siquiera con los pagos (anotar que el dinero no sirve para solucionar todos los problemas). Me ha tocado estacionar lejos…muy lejos…muchos más de lo deseable y claro que con lluvia. Qué decir de caminar 2 cuadras con las niñas recién salidas del doble jornada, cansadas, con sueño, pero siempre con 1 pila full que les dice que aún podemos seguir un rato más invitando a una amiguita a casa. NIET!

Claro que los padres podemos lidiar con eso, más sabiendo que en breve estaremos en casita, y todo comenzará a normalizarse.

Pero no. Porque cuando estoy llegando a casita, me doy cuenta que Ud. O algún otro indeseable estacionó su auto en mi garage y yo me quedo afuera. Y por cierto que “afuera” no es al lado de casa, frente al dentista, o al pelotero, o porque no a la escuela o al médico, sino en la otra manzana porque todo está al tope, como la Panamericana a las 18 hs. Claro! por eso la “gente” estaciona en los garages ajenos.

Todo comenzará a normalizarse…pero primero tengo que entrar a casa. Hasta llegar a la bendita puerta tengo un trecho que recorrer, con los bártulos mencionados, las menores que además de todas las ñañas, suman un malhumor de perros porque se habían dormido. Las levanto para caminar otro tanto con el llanto lamentoso que da el sueño, y que apenas les deja arrastrar los pies.
Adivinen quien arrastra TODO el resto. Efectivamente, quien escribe.

Esos días la Suerte tiene pedido de captura por paradero desconocido, así que no podía pasar otra cosa que llegar finalmente a la puerta y ver que MI espacio ya estaba liberado. Pero a esa altura no sabía si estar feliz o sumarme al llanto (ya intenso) de las chicas.

Tenía que decidir qué hacer.

Plan A – Dejaba a las chicas y a las mochilas como “cordón humano” y la más grande con el palo de hockey a modo intimidatorio para evitar que vuelvan a ocupar MI lugar. Era buena la opción, pero son chiquitas para formarlas tan belicosas.

Plan B: Las meto en casa a ellas, a las mochilas, al palo y a los lamentos. Y corro a buscar el auto para finalmente “normalizar” mi día. También es buena, sólo que considero que la grande aún es chica, y la chica, chiquita. Que si en todo ese trayecto me pasa algo, ellas quedan desamparadas encerradas en casa, como Gran Hermano.

Plan C: Dejo el auto ahí, y cuando llegue mi marido o algún adulto responsable para ocuparse de las chicas, buscarlo y meterlo en el garage (de donde creo, nunca debió haber salido!

Plan D: Vuelvo con las chicas a buscar el bendito auto, al que a estas alturas detesto más que comer la comida fría.

Vamos por el Plan D (pero sin bártulos, porque a pesar de la furia y de que soy rubia logro reparar que puedo tirarlos dentro, no así a las nenas)

Y allá volvimos con más llanto que antes, y con la paciencia que ya no tenía porque seguramente se había ido con la suerte a jugar unas fichas al casino.

Finalmente logro “normalizar” el tema auto, garage, mochilas, merienda, sueño, y demás. No hay un final hollywoodiense para este cuento, podría haber inventado algo bueno para darle un cierre a todo trapo…pero me agoté, me agoté de recordar esta vez y otras tantas. Además de agotarme, estoy empezando a resignarme que esta vez, no será la última, lo único que quiero es seguir teniendo amigos que me “asisten” virtualmente en estos casos, dándome, además de aliento, incontables ideas que solucionan el problema en un Plis Plas! (Gracias Ger)

Y siempre recuerden que...Cualquier semejanza con la realidad (cruda y despiadada) es mera coincidencia

Chaucha y palito